Una semana como guardaparques

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Por Charlotte Vizzuett

El trabajo de los guardaparques es una de esas labores que tendemos a imaginar como una constante caminata por senderos con vistas espectaculares y en lugares paradisíacos.

Si bien una parte de sus actividades se realiza en medio de la belleza de las áreas naturales que su trabajo ayuda a proteger, también está la otra parte del trabajo, la que es riesgosa y la que requiere atender visitantes que no siempre conocen o respetan las reglas.

Todos somos guardaparques
Foto por Sofía Garduño.

Cuando tuve la oportunidad de participar en el programa de Todos Somos Guardaparques en el verano de 2020, me emocionó mucho la posibilidad de apoyar en su trabajo, así como de estar al aire libre y aprender de sus experiencias.

El inicio de los días estaba marcado por la jarrita de café que compartíamos en la caseta de vigilancia, mandando el reporte por radio de cómo había estado la noche y si habían llegado visitantes, siempre terminando con un “Sale, pendientes”. Entre el viento fresco por la neblina llevábamos café en el termo mientras hacíamos el recorrido de la mañana, desde la entrada de Punta Mazo hasta El Playón y de regreso.

A veces al regreso del recorrido no había nada que reportar, otras veces habíamos observado alguna irregularidad, a sacar el GPS para marcar el punto, tomar fotos y pasar el reporte. La conservación de la naturaleza también sabe de burocracias y es necesario llevar registro para hacer memoria.

Lo más complejo eran las interacciones con los visitantes, particularmente pedirles que por favor cumplieran las reglas y recomendaciones; la gran mayoría de las personas que visitas las áreas protegidas reconocen la importancia de su conservación y la relación que esto tiene con las reglas, sin embargo no siempre es así, como cuando vimos a alguien recorriendo en cuatrimoto un sendero exclusivamente peatonal y al pedirle que por favor no lo hiciera, nos dejó hablando en una nube de polvo.

Una parte importante del trabajo de los guardaparques son todas las actividades que hacen de mantenimiento de la infraestructura de las áreas protegidas, los caminos, las señales, los baños, los senderos, además de apoyar a los visitantes en caso de que tengan alguna duda o problema, los caminos entre las dunas suelen ser engañosos y seguido crees que vas para un lugar y terminas en otro o se atasca el carro, y son los guardaparques quienes acuden para apoyar.

Foto por Sofía Garduño.

En esos días hicimos un recorrido por la Reserva Monte Ceniza para comprobar algunos puntos con el GPS y subimos y bajamos el volcán dos veces, son el sol en la espalda y el viento en la cara, la vista de los canales de la Bahía de San Quintín quitaban el aliento (no era que no tuviera condición para semejante caminata).

Otro día nos tocó mantenimiento de caminos y cargamos piedras volcánicas para señalar el lindero, muy confiada al principio le creí al compañero Héctor cuando dijo que como eran volcánicas estaban bofas y no pesaban. Creo que en la entrada de Punta Mazo dejé la espalda, pero eso sí, el lindero quedó marcadito.

Pasar siete días acompañando la labor de los guardaparques me permitió vivir los retos de su trabajo y reafirmó el profundo respeto que siento por todas las personas que dedican su vida a la protección de los espacios naturales. Gracias a su labor hay presencia en el territorio y son la primera línea de defensa.

Sí, trabajar con el paisaje de fondo donde se unen el mar y el desierto es un lujo; dedicar la vida al cuidado de la belleza natural es un compromiso que le da razón de ser a nuestra existencia.

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